Cómo se mata a una funcionaria

Son las 10:15 de la mañana. Llego a la comisaría de policía un poquito más temprano de lo que esperaba. Veo la gran conglomeracíon de gente que suele haber aquí a esa hora y me doy cuenta de que la cola pasa a través de la entrada de la seccíon de visado, sigue a través de la puerta del edificio, prolongándose hasta la calle donde pasan los coches y hace mucho sol. Pero no me importa. Tranquilito, voy al final de la cola lo mismo que si fuera algo muy divertido tener que estar aquí, abro la mochila para echar un vistazo a toda la documentacíon que llevo: hoy tengo que renovar mi residencia en España. Detrás hay unas 50 personas en la cola, intento olvidarme del tiempo. Me pongo a esperar.

De verdad, ya estuve aquí hace tres días. Iba a entregar la solicitud pero me pedían el certificado del seguro médico. El año anterior recuerdo que eso no me lo pedían, pues les bastaba la carta de la AECI que decía algo de tal seguro. Pero esta vez quieren que traiga un certificado de la compañía del seguro, quieren que traiga la póliza misma.

Ahora mismo si llevo la póliza. Son las 11:30 y ya llevo más de una hora en esta cola. Se nota que la gente se pone más inquieta, mucho más impaciente por el calor, por tener que esperar durante tanto tiempo antes de ser atendida. Estoy algo nervioso ya que lo que llevo es una fotocopia de la póliza, no la original.

Por fin me toca a mí. Esa chica, la que me rechazó la solicitud el otro día, me pide los requisitos uno a uno: el pasaporte, la NIE, la matrícula, las notas, el formulario...la póliza. Parece que no se da cuenta de que es fotocopia, así que siento un gran alivio. Empieza a leerla, demorándose especialmente en las condiciones de repatriacíon, después me dice: "Este seguro no me vale. Tiene que cubrir gastos de repatriacíon en caso de enfermedad, no en caso de fallecimiento."

Ya estoy hecho polvo. Me duelen los pies, encima ya estoy harto. Parece que puedo perder la razón en cualquier momento. Tranquilamente abro la mochila. Retiro el boli y lo clavo muy fuerte en el cuello de esta fulana, lo empujo más por dentro hacia su garganta y de repente lo saco. En cuanto suelto el boli, brota tanta sangre como si hubiese una fuente muy roja, una fuente de la muerte. Esta fulana se encuentra asustada, no puede moverse ni hablar pero parece que sus ojos me quieren decir: Lo siento. Lo siento. Tu seguro médico está bien. No le hago caso y vuelvo a clavar el boli en su cuello, dos veces, tres veces, cuatro, cinco, seis, siete. Me salpica de sangre la cara. La fuente roja se convierte en un mar de sangre...

Paro de clavar el boli y miro a la gente en mi entorno. Todos los extranjeros en la comisaría, tan hartos como yo de esta burocracia, me sonrien como si me quisieran dar las gracias. Me dan un gran aplauso. Estoy muy orgulloso de lo que acabo de hacer.

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Por supuesto no lo he hecho de verdad sino esto es lo que quería hacer, es lo que imaginaba: matar a esa funcionaria de la comisaría. Por segunda vez me iba a rechazar la solicitud de renovacíon por, segun decía ella, no tener seguro médico que cubra gastos de repatriacíon en caso de enfermedad. Yo estaba seguro de que aquellos gastos estaban cubiertos, lo que pasa es que las pólizas de seguro son como poesía, es decir, se pueden interpretar de mil maneras. Tenía que leer enteramente en aquel momento la póliza del seguro (¡que aburrido ese documento!) para poder contradecirla. Al final pude hacer la solicitud ese día tras haber discutido mucho con esa fulana de funcionaria. Joder, ojalá tuviera superpotencia.